No volveré a mis lugares de ensueño,
a los paisajes que deslumbraron mi infancia,
a los olores y sabores que grabaron la memoria,
al pan caliente y al guarapo dulce.
¡Ya nada queda!
Solo se oye el vuelo de las aves negras de la muerte.
Se murieron los abuelos, y con ellos, sus liturgias milenarias
y el encanto del misterio.
Solo queda en la memoria los recuerdos de lo que ya no existe,
después, el negro manto del olvido...
Y el silencio de las tumbas...
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