La ciencia y la técnica avanzan.
El hombre, no.
Somos incapaces de sustraernos a la horda,
de conducir la conciencia a la inocencia,
a la imaginación florida de los niños,
sin enredarnos en autos de fe.
O nos separamos del sentimiento de las multitudes,
así escuchemos el sordo ruido de la muerte,
o jamas sentiremos el atractivo de la vida
y la perentoria necesidad de bordear todos los abismos.
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