La Tarde
Esta tarde de invierno blanco y frío
Bajo los algarrobos que dan sombra a la casa
Veo pasar el sol perdido entre las brumas
Incapaz de abrirse paso
Y penetrar con un rayo de luz
El bruñido cristal de las ventanas.
Miro detrás de los cristales,
El frio me traspasa,
Y allá en el horizonte
Un cielo rojo y gualda
Tiñe color purpura el poblado.
¡Qué triste esta la tarde!
Se apaga lentamente
Y solo se oye
El ulular del viento
Entre el ramaje.
El temporal arrecia,
Bajan de las montañas
Heladas rachas de viento,
Cuchillos acerados,
Lenguas de agua glaciales
Que cubren los cerros silenciosos
De blanca nieve
Y adelantan la noche con sus sombras.
Y yo, como un arúspice,
Lleno mi soledad de sueños
En esta noche invernal
De truenos y centellas
Que solo desafían las chimeneas.
Me siento en el sofá,
La lumbre del fuego me calienta,
Y leo entre penumbras
El poema de Rafael Pombo,
Hora de tinieblas,
Ese alegato entre el hombre y su creador,
La hora compungida y triste
En que tarde comprendemos
La soledad del alma y sus
abismos;
La hora en que la vida
Corre el peligro de quebrarse;
La hora en que ni Dios
Es capaz de consolarnos…
Pero la luz de la razón discurre
Inventando algún saliente
Del cual asirnos,
Salvarnos de la nada,
Rescatarnos de las ruinas,
Esperar la luz del alba
Y aguardar que nuevas lumbres
Nos rescaten de este báratro insondable...
Carlos Herrera Rozo.
.