jueves, 20 de enero de 2011

SÓFOCLES



Seguimos con los clásicos y no por presumir de intelectuales sino porque comprendemos que releer dichas obras nos conduce al máximo placer de la lectura, a desentrañar la vida, conocer sus misterios y, de alguna manera, reconocer nuestros más caros anhelos.



Leer es mimetizarse con lo leído y, en el mejor de los casos, identificarse con algún personaje para vivir en él la historia en primera persona, hacer parte de la ficción, relacionarse con la alteralidad, la nuestra, la ajena o la de la literatura que a diferencia de los amigos, del otro de carne y hueso, permanece intacta esperándonos para darnos sosiego o enseñarnos algo nuevo; los amigos, la familia, los seres cercanos a los que queremos, por contingencias de la vida pueden desaparecer, la literatura no.



Las grandes obras de la literatura, en el mundo de hoy son aquellas que sobreviven a la actual era de la información más allá del cine y del gran hermano y de las series televisivas, aquellas que seguiremos leyendo y releyendo como Hamlet, El Quijote, El Rey Lear, Edipo Rey, Grandes Esperanzas, Cien años de soledad o cualquiera de las que hemos glosado en estas páginas. Por todo ello, nuestro autor es hoy Sófocles y su obra Edipo Rey.



Uno de los tres grandes dramaturgos de la antigua Atenas, junto con Esquilo y Eurípides. Sófocles nació en Colona alrededor del año 496 a.C. Sófocles recibió la mejor educación aristocrática tradicional. De joven fue llamado a dirigir el coro de muchachos para celebrar la victoria naval de Salamina en el año 480 a.C. En el 468 a.C., a la edad de 28 años, derrotó a Esquilo, cuya preeminencia como poeta trágico había sido indiscutible hasta entonces. En el 441 a.C. fue derrotado a su vez por Eurípides en uno de los concursos dramáticos que se celebraban anualmente en Atenas. Sin embargo, a partir del 468 a.C., Sófocles ganó el primer premio en veinte ocasiones, y obtuvo en muchas otras el segundo. Su vida, que concluyó en el año 406 a.C., cuando el escritor contaba casi noventa años, coincidió con el periodo de esplendor de Atenas. Pese a no comprometerse activamente en la vida política y carecer de aspiraciones militares, fue elegido por los atenienses en dos ocasiones para desempeñar una importante función militar.





Sófocles escribió más de cien piezas dramáticas, de las cuales se conservan siete tragedias completas y fragmentos de otras ochenta o noventa. Las siete obras conservadas son Antígona, Edipo Rey, Electra, Áyax, Las Traquinias, Filoctetes y Edipo en Colono. También se conserva un gran fragmento del drama satírico Los sabuesos, descubierto en un papiro egipcio alrededor del siglo XX. Le siguen Antígona y Las Traquinias (posteriores a 441 a.C.). Edipo Rey y Electra datan del 430 al 415 a.C. Se sabe que Filoctetes fue escrita en el año 409 a.C. Estas siete tragedias se consideran sobresalientes por la fuerza y la complejidad de su trama y su estilo dramático, y al menos tres de ellas Antígona, Edipo Rey y Edipo en Colono son consideradas unánimemente como obras maestras. Antígona propone uno de los principales temas del autor: el carácter de los protagonistas, las decisiones que toman y las consecuencias, a menudo dolorosas, de estos dictados de la voluntad personal. Edipo Rey, merecidamente famosa por su impecable construcción, su fuerza dramática y su eficaz ironía, fue considerada por Aristóteles en su Poética, como la más representativa, y en muchos aspectos la más perfecta, de las tragedias griegas.

La Obra.



La más famosa de las tragedias griegas es sin lugar a dudas Edipo Rey. En ella hay algo particularmente amenazador y terrible. La historia surge de dos profecías entrelazadas procedentes del oráculo de Apolo: Layo y Yocasta tuvieron un hijo, el oráculo vaticino que aquel niño mataría a su padre. Layo, su padre, dominado por el pánico, envía al niño a recibir la muerte a un bosque. Años después, Edipo, un huérfano criado por el rey y de Corinto, un estado vecino, oye que su destino, según el oráculo, es matar a su padre y casarse con su madre. En síntesis un padre oye que será asesinado por su hijo y en consecuencia se deshace de él; del otro lado un hijo escucha que matara a su padre y se casara con su madre y por tanto huye del lado de quienes cree que son sus padres verdaderos-



La obra de Sófocles es una estructura de temores, una trama de sospechas que se apaciguan o se inflaman para al final quedar definitivamente aclaradas. La trama crea una ironía dramática, el espectador, el publico sabe lo que Edipo ignora, pero también crea, da la sensación de una ironía intrínseca de la vida, sin quererlo, nos convertimos en aquello que queremos evitar, somos lo que odiamos: Edipo es grande porque a pesar de que lo que descubre constituye una sentencia, un peligro para él sigue adelante.



“Además, ¿estoy profanando el lecho del muerto,



Con estas manos que le quitaron la vida? ¿No soy un vil?



¿No soy la hez de la impureza?



A mis manos murieron todos….



Sófocles crea una enorme furia promovida por una enorme voluntad. La tragedia nos perturba porque sugiere que podemos ser inteligentes y rudos –Matar al padre y acostarse con la madre- sujeto por una fuerza irracional incontrolable. Así funciona el universo. Los hombres inteligentes, los poderosos no están exentos ni más libres que los tontos de cometer actos de barbarie. No es el destino el que nos acomete para que obremos en determinado sentido, no, es la falta de visión, de perspectiva, en síntesis la ceguera la que nos aparta de la verdad, del conocimiento así queramos alcanzarlo.



Federico Nietzsche en El Origen De La Tragedia afirma: “En Esquilo la nausea queda disuelta en el terror sublime frente a la sabiduría del orden del mundo, que resulta difícil de conocer debido únicamente a la debilidad del ser humano. En Sófocles ese terror es toda vía más grande, pues aquella sabiduría es totalmente insondable. Es el estado de ánimo, más puro, de la piedad, en el que no hay lucha, mientras que el estado de ánimo en Esquilo tiene constantemente la tarea de justificar la administración de la justicia por los dioses, y por ello se detiene siempre ante nuevos problemas. El límite del ser humano, que Apolo ordena investigar, es cognoscible para Sófocles, pero es más estrecho y restringido de lo que Apolo opinaba en la época pre-dionisiaca-. La falta de conocimiento que el ser humano tiene acerca de si mismo – su ceguera- es el problema de Sófocles, la falta de conocimiento que el ser humano tiene de los dioses es el problema de Esquilo”





La Frase



“Oh habitantes de mi patria, Tebas, mirad: he aquí a Edipo, el que solucionó los famosos enigmas y fue hombre poderosísimo; aquel al que los ciudadanos miraban con envidia por su destino! ¡En qué cúmulo de terribles desgracias ha venido a parar! De modo que ningún mortal puede considerar a nadie feliz con la mira puesta en el último día, hasta que llegue al término de su vida sin haber sufrido nada doloroso”.


domingo, 16 de enero de 2011

¿ Me Pides Un Adios ?





Pensé que con la edad volverían los días venturosos,



El verano armonioso, el otoño de colores suaves y tostados



Y un invierno acogedor de fuegos suaves…



Pensé, pobre de mí, que se abriría el arco iris sobre el campo



Como tu sonrisa iluminada…



Pero no, al parecer, todo eso que me diste ya no existe.



¿Tendré que irme?



¿Tendré que llevar mi murmullo, mis canciones, mis silencios y tu olvido



Por las calles olvidadas, por los caminos con abrojos en las noches sin luceros?





Avanzo en la oscuridad y siento que al avanzar borras el camino recorrido



Y que yo me pierdo en la negra noche del olvido.



¿He de quejarme?



Ya no lo sé, he perdido el rumbo, también la bitácora, y no sé como regresar…



Miro hacia atrás y no hay camino;



Hacia adelante la obscuridad y la neblina me confunden.



Todo está lejano, confundido,



Ya no sé si fue ayer, ya no sé si fue hoy la última vez que nos hablamos,



Solo sé que hay una estrella lejana que vaga en la distancia negándome su luz…





Habla en mí un dolor que me compunge,



El dolor que causan los adioses no pedidos,



El dolor de la desnudez de los espíritus,



El dolor de sentir la casa fría y vacía,



El dolor de mirar por la ventana y ver los algarrobos y la luna



Con su fulgor de plata fría bajo el negro manto del olvido.



Cantarán las aves en las ramas sin el dulce murmullo de las hojas



Y su canto será helado recorriendo los senderos.





Me pides un adiós que no comparto,



Me pides que abandone mi destino,



Me pides el adiós a los amigos, el adiós a los amantes



El adiós al placer de habernos conocido



Y al magnífico gesto de compartir tu vida.



Mas quiero decirte, que cuando todo eso ya no exista



Seguiré siendo el mismo, con la mano tendida



Que dejo sus raíces en tu lar umbrío…





Noche oscura, infinita noche, nostalgia perenne, lejanía,



Quiero cantar mas hoy no puedo,



El desierto, de frías arenas, carcome mis meninges.



Mi cabeza demente vaga sin brújula y sin guía,



Mis huellas comienzan hoy



Donde el dolor termina, en el frio de la noche, en el frio de la muerte…





Tú qué quieres el adiós de los adioses,



Tú que no quieres nombrarme ni que yo te nombre,



a quien tengo que nombrar para sentirme vivo,



En mi absoluta desnudez,



Desconcertado en mi certeza,



No comprendo tu inflexible incomprensión:



Sé que te he fallado y que mi comportamiento



Ha mendigado tu perdón sin conseguirlo…



Pero me niegas la existencia y te niegas a existir.



Tiemblo ante ti como la rosa mecida por el viento,



Como un pájaro aturdido en la tormenta.



Tú, compréndelo, eres la sombra en la que mi vida se agita y se ha agitado.



Soy un animal cautivo,



Ofrenda nocturna que se entrega indiferente a su destino,



Al tuyo, seguro de penetrar el bosque sin temor a perderse.





Te preguntas…



¿Quién soy, de donde vengo, donde he vivido, hacia donde voy?



He sido, he estado, he pasado y, solo, no se a donde voy…



He palpitado la vida con dolor, pena y alegría,



He recorrido caminos con los ojos cerrados,



Y hoy no sé si soy o he estado,



Pero si se que alguna vez bebí la luz del arco iris,



Si se que alguna vez parado en la puerta luminosa de tu casa,



El sol cegó mis ojos y desde entonces eres mi lazarillo.



Seguramente alguna vez extraviado en los caminos de la vida



Fui vencido por eros y liberado luego en la contienda,



Como Ulises fue de Troya a Ítaca…



Y como la tierra me llene de cicatrices,



Pero estoy aquí, contigo, si así lo quieres…



No me pidas que hable de mí,



Yo fui, yo era, yo pude haber sido,



Pero quiero que comprendas que yo soy



Como yo comprendo que tú eres



El templo desde donde yo miro el ancho mar…



No quiero ser, no soy el que empuñe sin mirar atrás



El trémulo rumos de los adioses….