domingo, 6 de febrero de 2011

A Mis Hijas:

Hijas,
El otoño y las brumas de la mente me confunden,
Una niebla densa amarga mi existencia;
Mis recuerdos, como pájaros sin rumbo,
Huyen de mi razón como se desvanecen
Los castillos, que cuando niñas,
Formabais en la arena azotados por las olas…

Hoy, al escribir estas líneas, mi pluma
Se moja con el agua salada de la playa…
Hijas, mis flores inocentes,
Nacidas a la luz de esas riveras
Azotadas por el viento y la tormenta,
Por la furia de un viento
Que ardía en mi corazón y en mi cabeza
Haciéndome fuerte ante los embates de la vida.

Nacemos para luchar, para amansar la vida,
Para hacernos fuertes en el combate rudo
Y cuando caigamos vencidos por la muerte
Tener por cierto que no nos venció la vida.
Fueron de vuestra madre las caricias y los besos, y mis mimos,
En medio del dolor y la tormenta
Los que acunaron vuestros primeros días…

Hijas, cuando habléis de vuestros padres
Recordad que hemos puesto en vuestras manos
Lo que somos, y todo cuanto fuimos, en vuestro amor supremo.
Así podréis mirar el mundo cara a cara, sin angustias…
No me imitéis a mí, mi locura solo conduce a la locura,
Y hace que sangre más la herida si la hubo.
Seguid de vuestra madre ejemplo,
¡Con su virtud ilumino mi vida!
Que sea vuestra vida un dechado de virtudes,
Que la ambición no supere a la templanza,
Adornad el perdón con el olvido
Y la virtud con la esperanza.
Y nunca os disculpéis con el destino
Por tortuoso y lleno de abrojos
Que haya sido el camino…

Recordad: La vida es una perenne lucha
En la que siempre hay una herida.
Heridas que terminan por matar a los heridos…
Vivimos de ilusiones sin comprender
Que es una lumbre fatua
Y que la belleza, como las flores, se marchita y muere.
Recordad las palabras del abuelo,
Hombre prudente y esforzado:
“Haced el bien para dormir tranquilas”.




Nunca me han importado en este mundo
Ni glorias, ni aplausos, ni oropeles:
Procurar vuestro bien, fue nuestro anhelo;
Amaros y sufrir es nuestra historia.
Cuando nuestra vida llegue con el sol en el ocaso
Perdida para siempre la noción del tiempo,
Cuando avancemos de la mano hacia el olvido,
Recordad nuestros consejos con ternura,
Y en cada pensamiento, en cada paso,
Buscad en ellos el consuelo…


Esperamos que al morir, sea nuestro premio
Solo vuestro amor, y los recuerdos,
Un voto de esperanza en vuestras vidas…



Carlos Herrera Rozo.