sábado, 15 de enero de 2011

¿ Me Pides Un Adios?

Pensé que con la edad volverían los días venturosos,
El verano armonioso, el otoño de colores suaves y tostados
Y un invierno acogedor de fuegos suaves…
Pensé, pobre de mí, que se abriría el arco iris sobre el campo
Como tu sonrisa iluminada…
Pero no, al parecer, todo eso que me diste ya no existe.
¿Tendré que irme?
¿Tendré que llevar mi murmullo, mis canciones, mis silencios y tu olvido
Por las calles olvidadas, por los caminos con abrojos en las noches sin luceros?

Avanzo en la oscuridad y siento que al avanzar borras el camino recorrido
Y que yo me pierdo en la negra noche del olvido.
¿He de quejarme?
Ya no lo sé, he perdido el rumbo, también la bitácora, y no sé como regresar…
Miro hacia atrás y no hay camino;
Hacia adelante la obscuridad y la neblina me confunden.
Todo está lejano, confundido,
Ya no sé si fue ayer, ya no sé si fue hoy la última vez que nos hablamos,
Solo sé que hay una estrella lejana que vaga en la distancia negándome su luz…

Habla en mí un dolor que me compunge,
El dolor que causan los adioses no pedidos,
El dolor de la desnudez de los espíritus,
El dolor de sentir la casa fría y vacía,
El dolor de mirar por la ventana y ver los algarrobos y la luna
Con su fulgor de plata fría bajo el negro manto del olvido.
Cantarán las aves en las ramas sin el dulce murmullo de las hojas
Y su canto será helado recorriendo los senderos.

Me pides un adiós que no comparto,
Me pides que abandone mi destino,
Me pides el adiós a los amigos, el adiós a los amantes
El adiós al placer de habernos conocido
Y al magnífico gesto de compartir tu vida.
Mas quiero decirte, que cuando todo eso ya no exista
Seguiré siendo el mismo, con la mano tendida
Que dejo sus raíces en tu lar umbrío…

Noche oscura, infinita noche, nostalgia perenne, lejanía,
Quiero cantar mas hoy no puedo,
El desierto, de frías arenas, carcome mis meninges.
Mi cabeza demente vaga sin brújula y sin guía,
Mis huellas comienzan hoy
Donde el dolor termina, en el frío de la noche, en el frio de la muerte…

Tú qué quieres el adiós de los adioses,
Tú que no quieres nombrarme ni que yo te nombre,
Tú a quien tengo que nombrar para sentirme vivo,
En mi absoluta desnudez,
Desconcertado en mi certeza,
No comprendo tu inflexible incomprensión:
Sé que te he fallado y que mi comportamiento
Ha mendigado tu perdón sin conseguirlo…
Pero me niegas la existencia y te niegas a existir.
Tiemblo ante ti como la rosa mecida por el viento,
Como un pájaro aturdido en la tormenta.
Tú, compréndelo, eres la sombra en la que mi vida se agita y se ha agitado.
Soy un animal cautivo,
Ofrenda nocturna que se entrega indiferente a su destino,
Al tuyo, seguro de penetrar el bosque sin temor a perderse.

Te preguntas…
¿Quién soy, de donde vengo, donde he vivido, hacia donde voy?
He sido, he estado, he pasado y, solo, no se a donde voy…
He palpitado la vida con dolor, pena y alegría,
He recorrido caminos con los ojos cerrados,
Y hoy no sé si soy o he estado,
Pero si se que alguna vez bebí la luz del arco iris,
Si se que alguna vez parado en la puerta luminosa de tu casa,
El sol cegó mis ojos y desde entonces eres mi lazarillo.
Seguramente alguna vez extraviado en los caminos de la vida
Fui vencido por eros y liberado luego en la contienda,
Como Ulises fue de Troya a Ítaca…
Y como la tierra me llene de cicatrices,
Pero estoy aquí, contigo, si así lo quieres…
No me pidas que hable de mí,
Yo fui, yo era, yo pude haber sido,
Pero quiero que comprendas que yo soy
Como yo comprendo que tú eres
El templo desde donde yo miro el ancho mar…
No quiero ser, no soy el que empuñe sin mirar atrás
El trémulo rumos de los adioses….

domingo, 9 de enero de 2011

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Diciembre 13 de 2009

Diario.

Superado por los sucesos que han rodeado a la familia en estos últimos días en relación a la recaída de la dolorosa enfermedad con la que viene luchando Pablito hace ya tres años me he visto en la necesidad de consignar mis sentimientos en negro sobre blanco para exorcizar a los mezquinos hados que nos han proporcionado este sufrimiento. Recurro a este subterfugio, para recordarme a mí mismo que hagamos lo que hagamos siempre estaremos en deuda con la vida, pero también, porque tenemos angustia y miedo a la soledad y al olvido. Queremos, sin proponérnoslo, que los días, junto a nuestro transcurrir personal sean verdaderamente vividos y sentidos de verdad, y transcritos luego, preservados por su fecha. Quizás lo que aquí escriba por razones obvias de interpretación, por pura deformación ideológica o por la recreación meramente literaria se alejen un tanto de la verdad de los hechos escuetos y reales, pero no por insinceridad, ya que siempre quedaran consignados bajo la salvaguarda de los acontecimientos.

Ayer, preso por la incertidumbre, escribí unos versos, los consigno aquí, tal como ellos surgieron, sin maquillajes ni arreglos para ser fiel a los principios que me han guiado a escribir estas páginas. Debo agregar que el día era gris como las noticias que me llegaban del otro lado del Atlántico transmitidas por voces angustiadas y llorosas. Yo también lloraba en silencio y se revelaba mi espíritu contra los dioses por injustos, arteros y crueles. La situación actual nos supera y nos revela no tanto por el dolor moral y sentimental que nos causa sino porque nos trae a la memoria el recuerdo imborrable de los padecimientos y la muerte de Paolita y la no menos dolorosa vivida hace solo tres años cuando comenzó el viacrucis de Pablito, por todo ello, con esos mimbres, escribí INCERTIDUMBRE

La noche se fue y con ella sus ojos desbocados,

El miedo y su oscuridad de espanto.

El camino, antes incierto,

Se abre, de nuevo, como un lirio a la esperanza.

El alba que se iba por el tragaluz del tiempo

Vuelve a nacer y nos invita a vivir de nuevo,

A hacer cosas distintas,

A dejar sobre la tierra nuestra impronta

Mientras llega el morir, que siempre llega…

Fue larga la noche y tenebrosa,

Recorrimos, en ella, el baldío camino del silencio,

Esa llanura yerma donde los recuerdos

Sucumben al olvido y el alma va temblando

Entre las zarzas espinosas de la muerte.

Al final, agotados y sin fuerzas, vimos la luz.

¡La luz! ¡La luz! ¡La luz!

Qué hermoso ver la luz de la mañana,

El horizonte pintado en rojo y malva,

Sentir el aire, limpio, correr sobre la frente

Y dejar en el ambiente las gotas de roció.

Nacer de nuevo,

Ave fénix que remonta el vuelo,

Recorrer nuevamente los caminos de la tierra,

Conocer, como un sabio, los misterios del agua

Y descubrir los secretos que se lleva el viento,

Porque mas allá de la vida y el misterio

Nos aguarda inagotable el universo…


 

Más, entre el crepúsculo y la aurora

Hay un abismo de agonía, de luces y de sombras:

La luz primera avanza torpemente,

A media luz las cosas se iluminan,

Se abren poco a poco a su esplendor en el presente

Recordando vagamente el ayer, los días idos

Y vuelve, sin más, la cotidiana historia,

Y al final, las huellas que dejamos en la arena

La ola espumosa y silenciosa las borra de la playa.


 

He querido reflejar mi angustia y detrás de ella adivinaran mi rostro, los trazos que develan mi estado de ánimo. El rostro nos permite, como al actor de teatro, ocultarse o manifestarse de diversas formas, pero también mostrarse tal como son en los momentos supremos de la vida, cuando el impulso no puede vigilarse y afloran en él la angustia, la cólera, el dolor, el odio, el amor o la rebeldía suprema tanto más si ella se expresa contra lo que consideramos injusto. Quisiera hoy tener sosegado el espíritu y el corazón pero no puedo. Mis manos se elevan al cielo no para pedir clemencia sino para exigir justicia del omnipresente.