El Camino
Nací al camino con la luz del alba,
El sendero cubierto de mustias hojas secas,
Es fuego en la sangre que corre, canta y gime,
Agua transformada y pura,
Oro y luz que un viento cruel
apaga…
El camino se abrió con esperanzas
A pesar de la hojarasca
Y sus colores variopintos idos…
Era La luz, la mar, la rosa, las montañas,
La inocencia ingenua de los niños,
La fe del creyente ante la providencia,
La tierna felicidad de los amantes,
La sabiduría de los ancianos,
Sin comprender que en un momento,
Del futuro ignoto,
Una brisa nos rosa,
Y se va de prisa,
Llevándose en su seno nuestro aliento.
Los años pasan,
El camino es cada vez más rudo,
Abrojos, espinos y guijarros
Consiguen detener el paso:
Terrible sino aquel
El de ser hombres,
El de ser luz y despejar las brumas,
Sacar las malezas del camino
Y sentirnos dueños del destino…
Pero sentimos frio y miedo y desazón suprema
Ante una tenue brisa que nos
besa
Que apaga la luz y nos deja entre tinieblas…
Cada vez caminamos más despacio,
Cada vez más despacio nos movemos,
Estirando los días, los meses y los años…
¡Vana espera! ¡Tengo frio!
Sigo sin pausa, sin tregua mi camino.
Un paso más y caemos al vacio,
Al mundo de la nada y el olvido.
¡Que tarde comprendemos,
A pesar de lo largo y tortuoso del sendero,
Que más allá de la muerte no habrá nada,
Que lo que no
hagamos aquí ya no lo haremos!
Carlos Herrera Rozo.
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