domingo, 5 de febrero de 2012


La Tarde




Esta tarde de invierno blanco y frío

Bajo los algarrobos que dan sombra a la casa

Veo pasar el sol perdido entre las brumas

Incapaz de abrirse paso

Y penetrar con un rayo de luz

El bruñido cristal de las ventanas.

Miro detrás de los cristales,

El frio me traspasa,

Y allá en el horizonte

Un cielo rojo y gualda

Tiñe  color purpura el poblado.

¡Qué triste esta la tarde!

Se apaga lentamente

Y solo se oye

 El ulular del viento

 Entre el ramaje.

El temporal arrecia,

Bajan de las montañas

Heladas rachas de viento,

Cuchillos acerados,

Lenguas de agua glaciales

Que cubren los cerros silenciosos

De blanca nieve

Y  adelantan  la noche con sus  sombras.

Y yo, como un  arúspice,

Lleno mi soledad de sueños

En esta noche invernal

De truenos y centellas

Que solo desafían las chimeneas.

Me siento en el sofá,

La lumbre del fuego me calienta,

Y leo entre penumbras

El poema de  Rafael Pombo,

Hora de tinieblas,

Ese alegato entre el hombre y su creador,

La hora compungida y triste

 En que  tarde comprendemos

La soledad del alma  y sus abismos;

La hora en que la vida

Corre el peligro de quebrarse;

La hora en que ni Dios

Es capaz de consolarnos…

Pero la luz de la razón discurre

Inventando algún saliente

Del cual asirnos,

Salvarnos de la nada,

Rescatarnos de las ruinas,

Esperar la luz del alba

Y aguardar que nuevas lumbres

Nos rescaten de este báratro insondable...



Carlos Herrera Rozo.

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