jueves, 24 de febrero de 2011

HIJAS...

A Mis Hijas:



Hijas,

El otoño y las brumas de la mente me confunden,

Una niebla densa amarga mi existencia;

Mis recuerdos, como pájaros sin rumbo,

Huyen de mi razón como se desvanecen

Los castillos, que cuando niñas,

Formabais en la arena azotados por las olas…



Hoy, al escribir estas líneas, mi pluma

Se moja con el agua salada de la playa…

Hijas, mis flores inocentes,

Nacidas a la luz de esas riveras

Azotadas por el viento y la tormenta,

Por la furia de un viento

Que ardía en mi corazón y en mi cabeza

Haciéndome fuerte ante los embates de la vida.



Nacemos para luchar, para amansar la vida,

Para hacernos fuertes en el combate rudo

Y cuando caigamos vencidos por la muerte

Tener por cierto que no nos venció la vida.

Fueron de vuestra madre las caricias y los besos, y mis mimos,

En medio del dolor y la tormenta

Los que acunaron vuestros primeros días…



Hijas, cuando habléis de vuestros padres

Recordad que hemos puesto en vuestras manos

Lo que somos, y todo cuanto fuimos, en vuestro amor supremo.

Así podréis mirar el mundo cara a cara, sin angustias…

No me imitéis a mí, mi locura solo conduce a la locura,

Y hace que sangre más la herida si la hubo.

Seguid de vuestra madre ejemplo,

¡Con su virtud ilumino mi vida!

Que sea vuestra vida un dechado de virtudes,

Que la ambición no supere a la templanza,

Adornad el perdón con el olvido

Y la virtud con la esperanza.

Y nunca os disculpéis con el destino

Por tortuoso y lleno de abrojos

Que haya sido el camino…



Recordad: La vida es una perenne lucha

En la que siempre hay una herida.

Heridas que terminan por matar a los heridos…

Vivimos de ilusiones sin comprender

Que es una lumbre fatua

Y que la belleza, como las flores, se marchita y muere.

Recordad las palabras del abuelo,

Hombre prudente y esforzado:

“Haced el bien para dormir tranquilas”.









Nunca me han importado en este mundo

Ni glorias, ni aplausos, ni oropeles:

Procurar vuestro bien, fue nuestro anhelo;

Amaros y sufrir es nuestra historia.

Cuando nuestra vida llegue con el sol en el ocaso

Perdida para siempre la noción del tiempo,

Cuando avancemos de la mano hacia el olvido,

Recordad nuestros consejos con ternura,

Y en cada pensamiento, en cada paso,

Buscad en ellos el consuelo…





Esperamos que al morir, sea nuestro premio

Solo vuestro amor, y los recuerdos,

Un voto de esperanza en vuestras vidas…







Carlos Herrera Rozo.












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